Dzidzantún, Yucatán.– La tarde del domingo quedó marcada por la tristeza en una humilde casa de la calle 21, cuando Robin, un perro mestizo de mirada noble y corazón inquieto, perdió la vid4 tras recibir un disp4r0 que apagó para siempre su alegría.
Robin no era un perro de raza, ni el más obediente quizá, pero sí era el compañero inseparable de una familia que lo rescató de la calle hace dos años. Su dueño, un joven que prefiere no ser nombrado, contó entre lágrimas que Robin solía brincar la barda del patio para correr libre por los alrededores, en su inocente afán por explorar.
Sin embargo, esa curiosidad le costó la vid4. Según relataron los vecinos, un adulto mayor del rumbo, identificado como Roger Z., llevaba tiempo molesto porque Robin solía merodear su terreno y, en más de una ocasión, perseguir a las gallinas que su nieto cuidaba con esmero.
La convivencia entre animales y humanos, que en los pueblos suele ser parte del día a día, se rompió cuando, cansado de la situación, el hombre optó por tomar un rifl3 de aire comprimido. El d1sp4ro resonó en la calle, seguido por los aullidos de Robin.
Su dueño corrió al patio y lo encontró h3rido. “Lo abracé, le pedía que aguantara, que no se me fuera”, dijo con la voz entrecortada. Pero no hubo tiempo ni remedio. Robin f4lleció minutos después en brazos de su amigo humano.
El hecho fue reportado a la Policía Municipal, cuyos elementos llegaron para acordonar el área. El hombre acusado del disp4r0 entregó el 4rm4 voluntariamente a los oficiales, mientras agentes de la Fiscalía General del Estado (FGE) iniciaban las diligencias para esclarecer los hechos.
Los vecinos, divididos entre el enojo y la tristeza, lamentan que una diferencia que pudo haberse resuelto con diálogo haya terminado en tragedia. “Aquí todos nos conocemos, Robin era parte del barrio… no era malo, era un perrito con hambre de cariño”, comentó doña Martha, vecina del lugar.
Ahora, el patio donde Robin solía correr luce vacío. Solo queda un rincón donde su dueño colocó una vela y su viejo collar, en memoria del amigo que jamás volverá a cruzar la puerta.