Cansados, invisibles y olvidados. Así se sienten los habitantes de la comunidad maya de San Francisco Aké en Felipe Carrillo Puerto, donde más de 100 familias permanecen sin energía eléctrica desde el pasado domingo.
Hasta ahora, nadie de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ha acudido para atender el corte que los mantiene en la oscuridad, sin refrigeración, sin agua potable y con alimentos echados a perder.
“La luz se fue desde el domingo por la noche. Pensamos que regresaría al día siguiente… pero nada. Ya pasaron cinco días y ni una sola respuesta. Hemos llamado, reportado, preguntado, y nada”, denunció uno de los vecinos, quien pidió el anonimato por temor a represalias.
La situación no solo afecta el bienestar de las familias: también pone en riesgo a personas enfermas, niños pequeños y adultos mayores que dependen de ventiladores o refrigeradores para conservar medicamentos.
A pesar de la gravedad, la CFE no ha enviado cuadrillas ni emitido comunicado alguno para explicar la causa o dar una posible solución. “Nos están dejando a su suerte, como si no existiéramos. ¿Hasta cuándo vamos a ser escuchados?”, reclamó otra madre de familia de la zona.
Un apagón que revela más que cables caídos
Este apagón prolongado no sólo es una falla técnica: es un síntoma de abandono institucional. La falta de atención inmediata a comunidades rurales refleja una brecha histórica entre el centro urbano y las zonas indígenas, donde los derechos básicos como el acceso a la electricidad siguen dependiendo del olvido o la presión mediática.
Vecinos exigen una respuesta urgente y un trato digno. Mientras tanto, siguen resistiendo, en penumbras y con la esperanza de que alguien escuche donde la CFE ha decidido guardar silencio.