Por Jesús Caamal
Entre gritos, llantos y golpes se recuerda el histórico surgimiento de la “Pila de los Azotes”, un centro de castigo para quienes cometían delitos. Mientras más grave era la falta, mayor era el número de azotes que recibía el infractor.
Arrodillados ante el monumento y golpeados en la espalda con bejucos (varas de madera), así eran castigados quienes violaban las leyes de usos y costumbres mayas, bajo las órdenes del “General Francisco May”.
El castigo era igual tanto para hombres como para mujeres y dependía de la gravedad del delito. Por ejemplo, por adulterio se imponían 50 azotes, y posteriormente, la pareja sentimental agraviada vertía jugo de naranja agria en las heridas del adúltero. El castigo concluía frente a la cruz, donde los culpables debían rezar durante varias horas para quedar libres de culpa.
Se recuerda que entre 1847 y 1901, Chan Santa Cruz fue refugio de la guerrilla de mayas rebeldes que combatían contra el gobierno estatal en la llamada Guerra de Castas, una lucha social que surgió como respuesta a la ideología de superioridad racial blanca e inferioridad indígena.
Los indígenas eran sometidos a través del adeudo. Nacían y morían en el mismo lugar: la hacienda. Trabajaban largas jornadas y recibían un pago arbitrario establecido por el hacendado, el cual se efectuaba a través de la tienda de raya, propiedad también del patrón.
Estas y otras injusticias generaron un profundo descontento entre las comunidades mayas, lo que dio origen a un movimiento social por la identidad, la libertad y la recuperación de sus tierras. Este conflicto se extendió por más de 50 años, y fue de tal magnitud que el gobierno estatal tuvo que solicitar apoyo militar al gobierno federal.
En 1901, el refugio de Chan Santa Cruz fue tomado por el ejército federal comandado por Ignacio A. Bravo, convirtiéndose en un campamento militar y refugio de los llamados “huaches” —como los indígenas llamaban a los mestizos o militares foráneos—. El general Bravo cambió el nombre del lugar por Chan Santa Cruz de Bravo.
Tras la ocupación militar, los mayas fueron desalojados y se internaron en la selva, su terreno conocido, que se convirtió en su nuevo refugio. Desde ahí hostigaban a las tropas federales, llegando incluso a dinamitar el tren militar que conectaba Santa Cruz con Vigía Chico.
Así se prolongó una larga lucha entre mayas rebeldes y militares. No fue sino hasta 1915 que Santa Cruz de Bravo, la antigua Chan Santa Cruz Xbalam Naj (“La Casa del Jaguar”), fue desalojada por los federales. La ciudad quedó entonces en manos de Dolores Cituk, sacerdote maya; Juan Bautista Vega, secretario de la Santa Cruz; y los generales mayas Guadalupe Tun y Silvestre May.
Ellos iniciaron la destrucción de las construcciones realizadas por los huaches y regresaron a la selva, donde ya se habían establecido nuevos centros ceremoniales y de resistencia. Para ellos, la ciudad ya no era santa, pues había sido profanada por los militares.
No fue sino hasta 1920, bajo el liderazgo de Francisco May, que comenzó el repoblamiento de la ciudad con familias provenientes de los estados de Campeche y Yucatán. Se decía que los grupos mayas más tradicionalistas no participaron, pues consideraban que el santuario había sido mancillado.
En 1925, Francisco May mandó construir una capilla junto al templo, donde se restableció el culto a la Santísima Cruz. Durante esta época, la Pila de los Azotes volvió a utilizarse para castigar a quienes cometían delitos, bajo la autoridad del general.
Sin embargo, en 1929 dejó de aplicarse, luego de que Francisco May fuera acusado de traición por haber firmado un tratado de paz con el gobierno mexicano. En ese momento, el general se encontraba de viaje en la ciudad de Mérida, y sus opositores, encabezados por el capitán Concepción Cituk y el sargento Evaristo Sulub, aprovecharon la ocasión.
Se apoderaron de la capilla del general, saquearon las Santísimas Cruces y las trasladaron al pueblo de Xcacal Guardia, uno de los principales bastiones de resistencia en aquel tiempo. Así, el general Francisco May perdió el poder y el prestigio entre su pueblo.