Julio Alexander Pérez Pech recorre pueblos del sureste con su equipo astronómico, sembrando curiosidad científica en niños y jóvenes que nunca han visto las estrellas de cerca.
Felipe Carrillo Puerto, Q. Roo.— En un rincón del parque principal de esta ciudad, decenas de niños, jóvenes y adultos se forman pacientemente para asomarse al universo. El guía de esta experiencia no es una institución, ni una universidad, sino un joven de 18 años con una misión clara: llevar la astronomía a donde los planetarios no llegan.
Julio Alexander Pérez Pech, originario de Playa del Carmen y estudiante del Conalep en la carrera de administración de empresas, ha transformado su pasión por el cosmos en un proyecto científico ambulante. Con sus propios recursos ha adquirido tres telescopios y desde hace un año recorre comunidades mayas como Felipe Carrillo Puerto, José María Morelos y hasta Peto, en Yucatán, con el propósito de acercar la ciencia a quienes pocas veces han tenido acceso a ella.
“En muchos lugares me dicen que es la primera vez que ven los planetas a través de un telescopio. Eso me motiva a seguir”, relata con emoción.
En cada jornada, Julio instala su equipo en espacios públicos y ofrece charlas didácticas sobre los astros. Enseña a los niños a identificar las fases de la luna, los planetas visibles y permite que tomen fotografías y videos con sus celulares. Todo a cambio de un apoyo voluntario, cuando lo hay.
Un planetario en tierra maya
Más allá de sus visitas itinerantes, el gran sueño de Julio es construir el primer planetario de Felipe Carrillo Puerto. Ya cuenta con el terreno y un plan en desarrollo, que contempla varias cúpulas, diferentes tipos de telescopios —incluidos los llamados “caza planetas”—, y espacios para talleres, conferencias, proyecciones y clases.
“Primero quiero terminar la prepa. Luego, levantar el planetario con mi esfuerzo, aunque sé que necesitaré apoyo. No hay nada más satisfactorio que lograrlo por uno mismo.”
Julio ha recibido el respaldo moral del Instituto de la Juventud, pero su meta es clara: crear un centro de divulgación científica accesible para los más de 20 mil estudiantes indígenas que no pueden costear un viaje a los planetarios de Cancún, Playa del Carmen o Chetumal.
“La ciencia debe ser para todos. Si un niño aquí se enamora de la astronomía, puede llegar a ser astrónomo, incluso llegar a la NASA.”
Por ahora, continúa viajando con sus telescopios, sembrando sueños bajo las estrellas y demostrando que la verdadera vocación científica no necesita un laboratorio, sino voluntad, compromiso y fe en el poder transformador del conocimiento.