Por Jesús Caamal
¿Qué hacemos, a dónde acudimos?
Miles de ciudadanos en la zona maya de Felipe Carrillo Puerto, el corazón geográfico de Quintana Roo, se hacen esta pregunta con desesperación. Y no es para menos, mientras el municipio se ubica estratégicamente entre polos turísticos de fama mundial como Tulum, Playa del Carmen, Cancún y la propia capital, Chetumal, sufre a diario de un problema que parece invisible para las autoridades, las constantes fallas eléctricas.
No es sólo un detalle técnico. Es una falla estructural que afecta tanto a la cabecera municipal como a las 88 comunidades rurales que dependen de un servicio eléctrico deficiente, intermitente y sin respuestas claras. Sí, existe una oficina corporativa de la CFE en el municipio, pero aunque su personal hace lo que puede, la capacidad operativa está completamente rebasada.
Y es aquí donde aparece la traba, el problema no está sólo en lo técnico, sino en lo burocrático. Tal vez, sólo tal vez, la cadena de mando de la Comisión Federal de Electricidad ni siquiera voltea a ver hacia esta zona. Tal vez los gerentes locales tengan la intención de ayudar, pero la facultad de respuesta no está en sus manos. ¿Entonces para qué están?
El resultado es el de siempre, un pueblo marginado que no es escuchado. Un pueblo que paga sus recibos, que sostiene con millones de pesos bimestrales las ganancias de una empresa estatal, pero que no recibe el trato justo. ¿Qué esperan, que el pueblo proteste, que bloquee carreteras, que tome medidas desesperadas para ser escuchado?
¿O acaso están esperando que la paciencia de la gente llegue al límite, para entonces criminalizar su hartazgo?
¡No lo sabemos! Pero lo que sí es seguro es que, si el silencio continúa, llegará el día en que el pueblo se levante. Y ese día, conocerán la fuerza de un pueblo que ya se cansó de esperar.