La pregunta que resuena a diario en las colonias y comunidades de la zona maya de Felipe Carrillo Puerto en el centro de Quintana Roo, un estado rico que factura millones al año, es una de desesperación y frustración: ¿Falta de empatía o simplemente no hay forma de solucionar las constantes fallas en la energía eléctrica? Este recurso indispensable se ha vuelto un tema crítico, con ciudadanos enfrentando días sin suministro, lo que ha llevado incluso a la escasez de agua, un bien vital.
Los afectados se encuentran en un limbo, preguntándose dónde pueden quejarse, quién los escucha y, más importante aún, quién les brinda una solución. La Comisión Federal de Electricidad (CFE)parece ser sorda a las necesidades urgentes de estas comunidades, que pagan puntualmente sus recibos y enfrentan recargos si no lo hacen. Sin embargo, el servicio de calidad que deberían recibir a cambio está lejos de ser una realidad.
“Mi dinero no tiene águila”, dicen algunos en referencia a la falta de respuesta a sus demandas. La eficiencia en el cobro no se refleja en la calidad del servicio ofrecido. Esta desconexión entre el pago y la calidad del servicio es un recordatorio de la falta de empatía y de un sistema que falla en su responsabilidad básica hacia los ciudadanos.
Es imperativo que los nuevos legisladores y senadores que nos representarán tomen esta tarea como una prioridad. La energía eléctrica no es un lujo, es una necesidad básica. La calidad del servicio debe mejorar y la empatía hacia los ciudadanos afectados debe ser una obligación, no una opción.
La reflexión aquí no sólo apunta a la necesidad de mejoras técnicas y logísticas, sino también a un cambio fundamental en cómo se perciben y se atienden las necesidades de las comunidades. La empatía y la acción efectiva deben ir de la mano para garantizar que todos los ciudadanos reciban el servicio que merecen.
El Oráculo | Artículo de Opinión
Por Jesús Caamal
