“¡Oooh, astronautas!”. Un grupo de turistas que visitaba el Capitolio en Washington se topó el miércoles con la tripulación de la futura misión Artemis 2 de la NASA, que volverá a acercar al ser humano a la Luna tras una pausa de 53 años.
Los cuatro cosmonautas, que acababan de concluir una serie de reuniones con congresistas, accedieron a tomarse unas fotos con ellos antes de que sus escoltas se los llevaran al siguiente acto. “¿Viste? ¡Había una mujer!”, escucharon comentar, emocionada, a una de las admiradoras.
Son momentos como ese los que le recuerdan a Christina Hammock Koch (Grand Rapids, Michigan, 44 años) —y al resto de sus camaradas, que son quienes cuentan la anécdota— que esta ingeniera eléctrica y física va a hacer historia.
Que se ha convertido en un modelo para quienes vienen detrás. Koch será la primera mujer astronauta que viaje a la Luna cuando el año próximo la nave Orion sobrevuele nuestro satélite, parte del programa Artemis para retomar los viajes tripulados a la Luna y abrir el camino para llegar a Marte.
La Artemis 2 será la misión más diversa de la historia lunar de la NASA. Participará en ella por primera vez no solo una mujer —el 35,52% de la plantilla de la agencia espacial es de sexo femenino— sino también un astronauta afroamericano, Victor Glover. Solo el 11,83% de los trabajadores de la institución son negros.
No va a ser la primera vez que Koch —su apellido de casada— rompa récords. Ya es la mujer astronauta que más tiempo ha pasado en el espacio, 328 días en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), y una de las protagonistas del primer paseo espacial ejecutado únicamente por mujeres, en 2019. Luego vendrían otros dos más.
En total, ha participado en seis caminatas espaciales, en las que ha acumulado 42 horas y 15 minutos en el exterior de la base. Ha participado en tres expediciones a la ISS, y en la misión Artemis 2 tendrá cometido de especialista: se ocupará de que todo funcione como es debido en la nave.
La científica reconoce una cierta batalla interior para promocionar sus logros como mujer rompedora de récords y de techos de cristal. Aunque le encanta divulgar y ejercer como mentora —y dar las gracias de esa manera a quienes la formaron a ella—, “al principio rehuía la idea de hablar de un récord, o del número de días, esas cosas.
Pero personas con las que abordé esto me enseñaron que los hitos le importan a la gente, y que compartirlos ayuda a educar sobre dónde estamos, sobre la exploración humana. Sirven de inspiración a gente que puede tener que enfrentarse a sus propios desafíos”, subrayaba el miércoles en respuesta a EL PAÍS en un encuentro con medios en la Embajada de Canadá en Washington.
En cualquier caso, remarca, ”es un honor rendir homenaje a la gente que nos inspiró mediante nuestras actividades, en las que damos consejos y alentamos a los futuros exploradores. Eso es uno de los privilegios más importantes de los que disfrutamos”.
Ella, criada en Jacksonville, una pequeña localidad de Carolina del Norte, siempre tuvo claro desde que tiene memoria que quería ser astronauta. Ya lo decía en el parvulario, en una era, la de los años sesenta y setenta, en la que para aspirar a volar en una cápsula espacial era un requisito tácito el ser varón y blanco. “Me siento afortunada: cuando les decía a mis maestras en preescolar que quería ser astronauta, me apoyaban. Nadie me dijo que era algo inalcanzable. Y sea por ese apoyo o por mi propia cabezonería, me lancé de lleno a cumplir mi sueño”, cuenta.
La científica atribuye también su determinación al ejemplo de sus personajes de referencia.
Pioneras en su campo como Sally Ride, la primera mujer astronauta estadounidense, o Mae Jemison, la primera astronauta negra en viajar al espacio.
Pero también personas en absoluto relacionadas con el mundo de la aeronáutica, desde los luchadores del movimiento por los derechos civiles de la población negra en Carolina del Norte a su propia abuela en Michigan, una mujer que “básicamente gestionó una granja entera ella sola, que se fue a la Universidad en contra de la voluntad de su propio padre y que nunca se quejó, sino que trabajó duro para aportar su contribución”.